jueves, 19 de noviembre de 2009

FIESTA. PABELLÓN DE MIXTOS DE LA CIUDADELA DE PAMPLONA. NOV. 2009



ALBUM DE FOTOS DE LA EXPOSICIÓN



Hablar de fiesta es compartir un estado de ánimo que en Pamplona cobra toda su dimensión del 6 al 14 de julio de cada año. Así lo entendió Hemingway y lo plasmó en la literatura y, modestamente, así lo hemos entendido y tratado de plasmar en el lienzo con este monográfico dedicado a la FIESTA por excelencia.


Este abigarrado contraste de desmesura y tradición, música y devoción, toros y vino y todo cuanto permite la imaginación, es lo que la ASOCIACION ALFREDO SADA presenta y expone con la visión íntima y personal de cada autor. Pero este aparente desorden de estilos y gustos refuerza la idea de la que todos participamos de que la belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa. Y ese es nuestro empeño.


La Asociación como colectivo, ha realizado múltiples exposiciones interpretando lo real y lo imaginario pero, ante todo, consciente de que el arte no es una meta sino un camino, sirve para crear interrelaciones personales siempre enriquecedoras y para que cada uno desarrolle su talento, cree, trascienda y, en la jerarquía de necesidades humanas, alcance ese nivel superior de autorrealización que nos permita desplegar todas nuestras potencialidades. Solo eso.


Saludamos y agradecemos su tiempo a quienes nos visitan y deseamos servirles de estímulo en aquello que, como a nosotros, nos colma.







Si por cualquier motivo se coloca frente a frente a Ernest Hemingway y Pamplona, no puedo evitar hacerme alguna pregunta que apunta a un momento anterior, más allá de la fama que su libro Fiesta. The sun also rises consiguió en los años 50 y que de paso catapultó a Pamplona, una pequeña ciudad de provincias de la España pobre del primer cuarto del siglo XX al panorama literario y turístico internacional.
La primera cuestión es la siguiente: ¿porqué Pamplona? ¿Porque vino Hemingway a Pamplona? La respuesta puede ser un poco desmitificadora en principio y nos puede llevar, luego, a hacer una reflexión sobre los Sanfermines de hoy en día.
Antes de llegar a Pamplona Hemingway había conocido otros lugares de España, Vigo sobretodo le causó una agradable impresión, y había comenzado a sentir cierta curiosidad por conocer más lugares y saber más de las gentes que los habitaban. Así, en la primavera del 1923 hace un viaje por diversas regiones de España de donde vuelve impresionado por lo que había visto.
Cuando su amiga de entonces, Gertrudis Stein, le habla de las fiestas de Pamplona no duda un segundo y en el verano de ese mismo año visita Pamplona por primera vez. Regresa a Paris enamorado de Pamplona, de sus gentes y de sus fiestas y al año siguiente, en 1924 vuelve a Pamplona con dos amigos, trío de dos hombres y una mujer, que ocasionó problemas entre ellos y que se convertirá en el embrión de su novela. Hemingway volverá a los Sanfermines en 1925, 1926, 1927, 1928, 1929, 1931 y, después de la guerra y la posguerra , en 1953 y 1959.
¿Qué encontró Hemingway en Pamplona? Para entender al escritor tenemos que pensar que en 1923 la Primera Guerra Mundial acababa de terminar y el paisaje europeo era desolador. Ciudades destruidas, complejos industriales convertidos en basureros gigantescos, millones de personas en el paro, sumidos en la miseria. Este panorama hizo surgir en la gente un paisaje moral igual de desolador, sin normas morales claras, sin ambiciones, sin futuro, basado en la falsedad, la ruindad y con una sensación opresiva de frustración.
Ante esta situación Hemingway, que había tomado parte activa en la guerra, y una vez acabada se había refugiado en París, inició la búsqueda de los lugares donde se hubieran guardado los antiguos valores que regían el mundo de las relaciones personales, el respeto a las tradiciones, al vecino, a la familia, la importancia del valor mostrado ante los demás, la sencillez de los sentimientos y un lugar donde la naturaleza mantuviera su estado primitivo, puro, no contaminado ni destruido por la industria o la guerra.
Hemingway encuentra ese mundo idílico y romántico en Pamplona. En la novela, Hemingway deja patente el enfrentamiento entre estos dos mundos en primer lugar en la comparación que se hace entre Francia y España. Continúa después, en las descripciones de los turistas y su comportamiento pedante, postizo, frente a la naturaleza noble y sencilla de los naturales del lugar. Estalla, finalmente, en las relaciones entre los propios amigos que no pudiendo soportar esta lucha interna, aparecen desnudos ante ellos mismos, despojados de toda la falsedad parisina.
La realidad de los Sanfermines de hoy, de este año, nos empuja a la reflexión, a la inexcusable pregunta: ¿Qué hubiera pensado Hemingway si hubiera llegado ahora a Pamplona? ¿Hubiera encontrado aquí the real staff, que diría él, lo autentico, lo que no se ha perdido en los demás lugares, todos esos valores que hacían de Pamplona y sus fiestas un lugar que merecía la pena frente a la degradación social de los países de su entorno?
En esta exposición la asociación Alfredo Sada trata de reflejar el paisaje actual, real o ficticio, de los Sanfermines y tiene la voluntad de que sirva de excusa para que cada uno de nosotros hagamos una pequeña reflexión sobre los Sanfermines como espejo en el que se refleja y se mira la Pamplona de hoy en día.

ASOCIACIÓN ALFREDO SADA
Noviembre de 2009















"Las fiestas hicieron explosión al mediodía del domingo 6 de julio.
Descendí la cuesta de la Catedral y tomé la calle que me llevaba al café de la plaza.

El chupinazo se elevó sobre la plaza, estalló y una pequeña nube de humo quedó flotando sobre el teatro Gayarre al otro lado de la plaza.

En la multitud, solo se veían las cabezas y los hombros de los bailarines subiendo y bajando.

La calle estaba a rebosar de gente bailando, todos hombres. Todos bailaban al mismo tiempo detrás de los txistus, gaitas y tambores

Era una de las peñas, una especie de club, y todos vestían blusas campesinas azules y pañuelos rojos anudados al cuello. Llevaban un gran estandarte sostenido por dos astas.

La pancarta llevaba una inscripción pintada con grandes letras: ¡ VIVA EL VINO Y VIVAN LOS EXTRANJEROS!

La fiesta había comenzado de verdad, e iba a durar así, día y noche a lo largo de toda una semana.

Todo adquiría un tinte de irrealidad y parecía que nada de lo que pasara en esos días iba a tener consecuencias.

Todo lo que podíamos ver de la procesión entre la gente que se apretujaba, eran los enormes gigantes, como los indios que en Estados Unidos anuncian las tiendas de tabaco, pero de 10 metros de alto.

De pronto apareció un gran gentío por la calle muy apretados, y sin cesar de correr calle arriba en dirección a la plaza de toros.

Después del almuerzo nos fuimos al Iruña. Estaba lleno, y a medida que se aproximaba la hora del comienzo de la corrida iba llegando más gente.

Los toros pasaron rápidamente, marchaban todos juntos, pesados, los lados embarrados y con los cuernos cabeceando.

Al mediodía nos encontramos en el café Iruña. Estaba de bote en bote. Tomamos una sgambas con cerveza. La ciudad estaba abarrotada de gente que llenaba todas las calles.

Dentro de los bares los hombres, con las manos apoyadas en las mesas o cogidos por los hombros, seguían cantando sus roncas canciones con sus roncas voces.

Enfrente, al otro lado de la valla roja, la arena del ruedo había sido apisonada cuidadosamente y tenía un color amarillento.

Los tendidos estaban llenos. Igual que, más arriba, los palcos"


ERNEST HEMINGWAY